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¿Cómo elegir cuidadora? Exigir lo humano

Importancia de las virtudes éticas en el cuidado de personas dependientes

El cuidado de personas dependientes no es solo una cuestión de tareas físicas o de cumplimiento de protocolos técnicos. Requiere algo mucho más profundo: presencia, integridad, empatía, responsabilidad, honestidad. Virtudes éticas que a menudo no se miden, no se exigen y rara vez se ponderan al mismo nivel que lo “visible”, lo “técnico”. Y sin embargo, esas virtudes pueden marcar la diferencia entre un cuidado que dignifica y otro que meramente “cumple”.

En Euskadi, como en muchas otras partes de España, enfrentamos una doble tensión: una necesidad creciente de cuidadoras profesionales, frente a un sistema que, históricamente, no ha sabido valorar ni recompensar adecuadamente ese trabajo. Esta tensión alimenta una precariedad estructural que afecta tanto a quienes cuidan como a quienes son cuidados.

Datos contextuales del sector en Euskadi

Para entender por qué es urgente exigir virtudes éticas, veamos algunos datos recientes que muestran el estado real del sector:

  • En España se estima que harán falta al menos 261.400 trabajadores adicionales en los próximos cinco años (hasta 2030) para cubrir la atención de dependencia de larga duración.
  • En Euskadi hay entre 60.000 y 82.000 personas cuidadoras familiares, que constituyen la columna vertebral del cuidado a largo plazo.
  • El programa Zaintza Eskola, promovido por la Diputación Foral de Bizkaia en colaboración con LANBIDE, ofrece formación certificada (entre ellos, Certificado de Profesionalidad en Atención Sociosanitaria) para cuidadoras no profesionales. Esta red formativa se ha ido extendiendo y cuenta ahora con más de 10 centros, atendiendo ya a más de 130 personas cuidadoras en algunos territorios.
  • A pesar de las formaciones, las condiciones laborales siguen siendo pocas veces satisfactorias. El sector de los cuidados presenta salarios bajos, temporales, jornadas extensas, escasa estabilidad, muchas veces fuera de la regulación formal. Esta precariedad es denunciada por sindicatos y entidades sociales con frecuencia.
  • En Euskadi, programas como Etxean Zaindu han detectado un aumento de familias que solicitan apoyo para reducir la sobrecarga y el estrés, lo que evidencia que muchas cuidadoras (familiares o profesionales) soportan niveles elevados de carga física y emocional.
  • También, un dato revelador: en un estudio sobre salud mental, se constató que el 40 % de las cuidadoras de personas con patología mental en Euskadi está o ha estado en tratamiento psicológico o farmacológico, como consecuencia del desgaste emocional.

Estos datos muestran que la formación existe, la necesidad crece, pero que el reconocimiento social y laboral aún está lejos de corresponder con la importancia del trabajo.

Virtudes éticas clave en el cuidado

Empatía y compasión

Cuando hablamos de virtudes éticas en el cuidado, nos referimos a cualidades humanas que van más allá de lo técnico:

  • Empatía auténtica: Desde su raíz, la empatía es la capacidad de dejar que el mundo emocional de otra persona resuene en el propio interior, como si prestáramos nuestra alma para comprender la suya. No se trata de perderse en el otro, sino de abrir un espacio donde su experiencia pueda ser reconocida, comprendida y acogida.
  • Compasión: La palabra compasión viene del latín compassio, formada por com- (“con, junto a”) y passio (“padecimiento, sufrimiento”). Literalmente significa “padecer con” o “sentir junto al otro”. Desde su etimología, la compasión no es simplemente mirar el dolor ajeno desde afuera, sino entrar en él, acompañarlo y hacerlo propio sin dejar de ser uno mismo. Es como tender un lazo invisible que une dos corazones en la vulnerabilidad, transformando el sufrimiento en una oportunidad de cuidado, ternura y humanidad compartida.

Integridad, responsabilidad y respeto

  • Honestidad e integridad: ser transparente con lo que se puede y lo que no, reconocer errores, actuar con coherencia.
  • Responsabilidad y compromiso: cumplir lo acordado, mostrar constancia, responder ante imprevistos.
  • Respeto: reconocer la dignidad de la persona cuidada, su historia, sus sentimientos, su autonomía.

Disponibilidad, paciencia y profesionalidad

  • Disponibilidad: Disponibilidad es la virtud de estar presente para otro con apertura, atención y entrega. No significa solo “tener tiempo”, sino ofrecerse con libertad y generosidad al encuentro con quien necesita apoyo, sin evasivas ni prisas.
  • Paciencia: saber que habrá días difíciles, entender los ritmos propios de cada persona, adaptarse sin perder la humanidad.
  • Disciplina y profesionalidad: puntualidad, capacitación continua, autocuidado para mantener la energía, buen trato.

Estas virtudes no siempre se enseñan en un curso técnico, pero sí se pueden identificar, estimular y exigir en los procesos de selección, supervisión y acompañamiento.

CONFUNDIR DISPOSICIÓN CON DISPONIBILIDAD. LA TRAMPA DE LO URGENTE

Una de las trampas más frecuentes en este sector es confundir disposición con disponibilidad.

  • Disposición se refiere al deseo, la voluntad de ayudar, la motivación personal. Es una actitud valiosa, necesaria, pero insuficiente por sí sola.
  • Disponibilidad implica capacidad real: contar con tiempo consistente, salud suficiente, habilidades apropiadas, estabilidad física y emocional.

Cuando la urgencia de cubrir un servicio entra en juego —una persona dependiente que necesita atención ya—, es fácil dejarse llevar por quien “está dispuesta” sin profundizar si realmente estará disponible de forma estable, con la energía, la constancia y la integridad requeridas.

Ese corto-circuito entre urgencia y selección baja el nivel, acentúa la precariedad, y muchas veces lleva a rotaciones altas, conflictos, cuidados de calidad inferior, días en que la persona dependiente no recibe lo que necesita o no lo recibe de la mejor manera posible.

EL CIRCULO VICIOSO DE LA PRECARIZACIÓN EN EL CUIDADO

Podríamos resumirlo así:

  1. Se contrata rápido, con criterios débiles, primando lo urgente sobre lo adecuado.
  2. Las condiciones de trabajo son malas (salario bajo, inestabilidad, sobrecarga, mala conciliación).
  3. Las profesionales que sí tienen virtudes y compromiso sufren desgaste, queman, se marchan o no permanecen.
  4. Quedan quienes aceptan condiciones peores, quienes no pueden exigir mejoras, lo que se convierte en “lo normal”.
  5. Esto refuerza la percepción social de que el cuidado es poco exigente, que cualquiera puede hacerlo, y baja su valoración.
  6. La falta de valoración se traduce en bajo reconocimiento, bajo pago, baja inversión en formación para lo humano, menos estándares éticos exigidos.

Y vuelta al principio.

BIHAR INTENTA ROMPER ESTA PESCADILLA QUE SE MUERDE LA COLA

Para que esa pescadilla que se muerde la cola deje de girar, hacen falta empresas y organizaciones que sean capaces de marcar la diferencia. Algunas claves:

  • Procesos de selección rigurosos, que incluyan evaluación no solo técnica (experiencia, formación, destrezas concretas) sino virtudes humanas: entrevistas centradas en escenarios, en comprobar honestidad, empatía, responsabilidad en situaciones difíciles.
  • Formación continua, no solo en tareas físicas o protocolos sanitarios, sino en habilidades: comunicación, manejo emocional, ética, autocuidado. Que la formación ética tenga peso, reconocimiento y, si es posible, certificación.
  • Condiciones laborales dignas: estabilidad, salarios adecuados, horario que respete descansos, reconocimiento formal. Sin buenas condiciones no hay virtud que se sostenga.
  • Apoyo emocional y psicológico, supervisión, espacios de reflexión; porque quien cuida también necesita ser cuidado, en lo psicológico, en lo social.
  • Cultura organizativa ética, que premie ejemplos, reconozca virtudes, valore la calidad del cuidado como algo no negociable. Que lo urgente no borre lo importante.
  • Transparencia y feedback: mecanismos para que las personas cuidadas y sus familias expresen opiniones, quejas, agradecimientos; para que se evalúe la calidad no solo por cumplimiento de tareas sino por el modo en que se hacen.

Imaginemos por un momento que María vive en su casa, ya mayor, con movilidad reducida. A María no basta con que alguien le ase ciertos días, que le ayude a vestirse o llevarle la comida. María necesita que quien la cuide la vea como persona: que respeten su dignidad, su ritmo, su historia. José tiene alzhéimer; no basta la experiencia técnica con esa enfermedad si quien le cuida no tiene paciencia, no tolera los silencios, los olvidos, no comprende el dolor emocional que acompaña al deterioro, el terror que sufre a veces por no comprender el mundo en el que vive. Pepe vive con una discapacidad; también exige responsabilidad, honestidad: que la cuidadora cumpla los compromisos, que sea clara cuando algo no lo sabe, que pida ayuda si es necesario.

Seleccionar cuidadoras no es asegurar tareas: es acompañar vidas que merecen ser bien vividas.

Nuestro reto diario en BIHAR

Detrás de cada nombre hay una historia, una memoria, una vida que merece ser vista y acompañada con respeto. En Bihar lo tenemos claro: aunque la urgencia apremie o la escasez pese, nunca bajamos el listón. Elegimos con cuidado, exigimos con firmeza y acompañamos con cercanía, porque el verdadero cuidado no se mide en tareas cumplidas, sino en la confianza que María, José o cualquier persona deposita al abrirnos la puerta de su vida. Cuidar es estar a la altura de esa confianza, siempre.

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