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Derechos humanos y cuidados

Cuidar es defender derechos: una mirada ética en el Día de los Derechos Humanos

Autora: Soraya Pérez Rebollar, psicóloga social en Bihar


Cada mañana cuando Luz —cuidadora— entra en casa de Martín, lo primero que hace no es preparar medicación ni revisar rutinas. Lo primero que hace es preguntarle cómo quiere empezar el día. Parece algo pequeño casi mínimo, pero no lo es. En ese gesto —preguntar, escuchar, esperar su respuesta— se sostiene uno de los pilares fundamentales de los Derechos Humanos: el derecho a decidir sobre la propia vida.

Hoy, 10 de diciembre, Día de los Derechos Humanos, queremos recordar que en Bihar entendemos el cuidado desde esta raíz ética: cuidar es proteger derechos, no solo cubrir necesidades.

Los derechos humanos también se juegan dentro de una casa. Es el hogar, el espacio donde deben verse tan integrados como los muebles.

Los Derechos Humanos suelen imaginarse en grandes declaraciones, documentos y leyes. Pero su esencia se vive en lugares mucho más cotidianos: en una habitación, en un pasillo estrecho, en la mesa donde una persona come, firma —o decide no firmar— algo importante.

  • Derecho a la privacidad.
  • Derecho a la autonomía.
  • Derecho a expresar preferencias.
  • Derecho a ser informado.
  • Derecho a recibir apoyos adecuados.
  • Derecho a no sufrir soledad no deseada.
  • Derecho a ser tratado con dignidad, incluso en la mayor fragilidad.

Estos derechos no desaparecen cuando una persona envejece, desarrolla una enfermedad degenerativa o necesita apoyos para las actividades básicas. Al contrario: se vuelven aún más frágiles. Y por eso debemos protegerlos más.

Historias que hablan de derechos

Cuando acompañamos a Libe, que vive con una enfermedad neurodegenerativa, no solo ayudamos con la movilidad o la alimentación. Le ayudamos a seguir tomando decisiones sobre su vida.

Cuando Jesús recibe ayuda para asearse, la profesional que lo atiende sabe que está defendiendo su derecho a la intimidad y a la dignidad corporal.

Cuando una familia reclama apoyo porque ya no llega a todo, lo que piden no es solo descanso: piden el derecho a cuidar sin romperse.

La ética como columna vertebral del cuidado

La ética del cuidado nos recuerda que: cuidar no es sustituir; ayudar no es decidir por otro; proteger no es invadir; acompañar no es dirigir; y estar presente no es ocupar el lugar del otro.

En Bihar trabajamos cada día desde este enfoque. No es un eslogan: es un compromiso profesional, un compromiso deontológico.

Cuidar desde los derechos: el modelo Bihar

Apoyar la toma de decisiones significa que, cada vez que una profesional entra en un hogar, recuerda que la vida de esa persona es suya. No decidimos el horario, la ropa, el orden de las cosas o el modo en que prefiere ser acompañada. Preguntamos. Escuchamos. Adaptamos. A veces implica esperar unos segundos más, reformular una pregunta o acompañar un proceso lento, pero es en ese ritmo —el ritmo de la persona— donde se sostienen los derechos humanos. Cada elección, por pequeña que sea, es una afirmación de dignidad.

Proteger la autonomía en la fragilidad implica ayudar sin sustituir, acompañar sin anular. Significa ofrecer un brazo para caminar, pero no caminar por la persona; apoyar una mano al abotonar una camisa, pero no vestirla sin preguntar si quiere hacerlo ella; explicar un procedimiento médico con palabras sencillas para que pueda comprenderlo y no solo tomarlo. La fragilidad no elimina la autonomía: la hace más delicada, y por eso más importante de cuidar.

Garantizar un trato digno se concreta en los momentos más íntimos: el aseo, el levantarse, el acostarse, el manejo del cuerpo cuando hay movilidad reducida. La dignidad no es un principio abstracto: es tapar a la persona mientras se cambia, pedir permiso antes de tocar, avisar antes de realizar un movimiento, hablar con respeto aunque haya deterioro cognitivo. La dignidad es la forma en la que miramos, tocamos y acompañamos.

Defender la permanencia en el hogar significa trabajar cada día para que las personas puedan seguir viviendo en el lugar donde su vida tiene sentido: su mesa, sus libros, sus recuerdos, su barrio, sus rutinas, sus vecinos. Implica coordinar apoyos, adaptar tareas, anticipar necesidades, fomentar redes comunitarias y ofrecer cuidados que no expulsen a la persona de su entorno. El hogar no es solo un espacio físico: es un derecho vinculado a la identidad.

Reconocer a las familias es entender que ellas también necesitan apoyo, descanso, escucha y validación. Cada vez que orientamos a una hija agotada, que orientamos a un nieto preocupado, que ofrecemos un respiro a un cónyuge desbordado, estamos protegiendo un derecho: el de no cuidar en soledad. La familia es parte del mapa de cuidados, y su bienestar tiene impacto directo en la persona cuidada.

Cuidar sin discriminación significa que en Bihar no importa la edad, el origen, la condición económica, la orientación sexual, la discapacidad o la situación vital. Cada persona tiene la misma dignidad y el mismo derecho a recibir cuidados de calidad. Esto se traduce en mirar a cada persona sin prejuicios, en adaptar la intervención a su historia y en no poner condiciones al acompañamiento.

Cuidar es un acto político, ético y profundamente humano. No político en sentido partidista, sino en el sentido más hondo de la palabra: cuidar es construir sociedad, garantizar derechos, sostener lo común. Cada profesional que toca un timbre está reforzando un tejido social que protege la vida en su vulnerabilidad.

En Bihar, los Derechos Humanos no son un marco lejano: son el faro que nos orienta, la guía que sostiene nuestras prácticas. Están presentes en cada decisión profesional, en cada protocolo, en cada conversación con familias, en cada valoración y plan de atención y vida y en cada visita a domicilio. Son la base ética de nuestro modo de cuidar.

En este 10 de diciembre renovamos ese compromiso: seguir cuidando con ética, profesionalidad, rigor y humanidad. Cuidar para que la vida siga siendo vida, incluso cuando la fragilidad avanza. Cuidar para que cada persona conserve su voz, su lugar y su dignidad. Cuidar para que los Derechos Humanos no se queden en declaraciones, sino que se vuelvan cotidianos, palpables y reales en los hogares de todas las personas a las que acompañamos.

Soraya Perez Rebollar

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