Cuidar no puede ser sobrevivir: hacia una transformación profunda del sector de los cuidados
“Cuidar” viene del latín curare: atender, preocuparse, ocuparse de otro con conciencia y responsabilidad. Hoy, esa palabra se pronuncia miles de veces cada día en residencias, domicilios, hospitales y centros comunitarios. Pero, ¿somos realmente fieles a su sentido profundo? ¿O hemos reducido el cuidado a un engranaje que funciona bajo la lógica de la prisa, la eficacia inmediata y la supervivencia empresarial?
El sector atrapado en la urgencia y el corto plazo
El sector de los cuidados —en instituciones, hogares y comunidades— está marcado por un doble desequilibrio: la demanda crece sin freno y la oferta se sostiene sobre condiciones frágiles. En España, por ejemplo:
- Se necesitarán al menos 261.400 profesionales adicionales de aquí a 2030 solo para mantener la cobertura actual de la dependencia.
- El 87 % de quienes cuidan son mujeres, la mayoría con salarios en torno a 1.000 € al mes, jornadas parciales y alta rotación.
El sector arrastra una herencia histórica: cuidar ha sido “cosa de las familias”, invisibilizado y poco valorado socialmente. Cuando pasó a ser actividad empresarial, heredó esa infravaloración, y se le añadió la presión del mercado: rapidez, costes ajustados, beneficio inmediato.
Así, muchas organizaciones han aprendido a sobrevivir día a día: cubrir turnos, contratar deprisa, responder a urgencias. Pero esa lógica desatiende lo esencial: el sentido humano del cuidado, la necesidad de planificación y reflexión, la escucha de las familias y de la sociedad.
El talento invisible que sostiene el cuidado
En medio de esta precariedad, hay un elemento que suele pasar desapercibido: el talento de quienes cuidan. Porque cuidar no es simplemente ejecutar una lista de tareas. Es mucho más:
- Observar con sensibilidad lo que a veces no se dice con palabras.
- Sostener emocionalmente a una persona vulnerable en un momento de fragilidad.
- Anticipar riesgos, resolver imprevistos, improvisar soluciones creativas.
- Acompañar con dignidad, incluso cuando los recursos escasean.
Ese talento humano, que se construye con experiencia, formación y vocación, rara vez es reconocido. Se mide más la rapidez en cubrir plazas, turnos o ratios que la calidad de la relación. Se valora la disponibilidad inmediata más que la capacidad de generar confianza. Así, muchas veces el talento queda subutilizado, agotado, ignorado.
Una organización comprometida con el futuro de los cuidados debe ser capaz de detectar, valorar y multiplicar ese talento, ofreciendo medios, formación ysobre todo sentido. No basta con pedir entrega: hay que construir un para qué compartido, siempre orientado al bien común, pero sin borrar la dignidad y la singularidad de cada persona que forma parte de ese bien común.
Cuando el talento florece en este sector, ocurre lo contrario de lo que hoy vemos: la motivación crece, la calidad mejora, la dignidad de quienes cuidan se convierte en la mejor garantía de dignidad para quienes son cuidados.
Consecuencias de seguir como estamos
Si seguimos atrapados en la lógica de la urgencia, el sector se enfrenta a un círculo vicioso:
- Profesionales desgastados, con problemas de salud física y emocional, que abandonan el sector o sobreviven en él a costa de su bienestar.
- Feminización de la precariedad, donde las mujeres —la mayoria migradas— asumen el peso del cuidado sin reconocimiento suficiente.
- Calidad deteriorada, donde lo urgente devora lo necesario, y la rapidez suplanta la sensibilidad.
- Personas dependientes y familias desatendidas, que reciben respuestas parciales, fragmentadas o tardías.
Todo esto configura una deuda social invisible: muertes en listas de espera de la dependencia, personas viviendo donde no quieren hacerlo, familias exhaustas, comunidades que no encuentran apoyo, profesionales sin capacidad de pensamiento, sin ilusión, sin vocación.
Hacia otro modelo de organizaciones
El desafío es avanzar hacia organizaciones que no solo sobrevivan, sino que transformen la lógica del cuidado. Eso implica:
- Reconocer el valor intrínseco del cuidado, como trabajo con vidas y dignidad, no solo como un recurso técnico.
- Invertir en el talento, ofreciendo formación integral (técnica, ética y humana) y espacios para desplegar el propio desarrollo profesional. Analizar el beneficio tanto cuantitativo como cualitativo de esta cuestión en el largo plazo.
- Dotar de condiciones dignas: salarios justos, contratos estables, conciliación, reconocimiento de enfermedades profesionales, continuidad en la labor.
- Superar la lógica de la urgencia, cultivando espacios de reflexión, planificación y visión a largo plazo.
- Escuchar activamente a familias y comunidades, integrándolas como parte del proceso, no como clientes aislados.
- Actuar con honestidad en lo urgente, explicando límites, asumiendo responsabilidades y comprometiéndose a mejorar después.
El compromiso de BIHAR. BIHAR cree y crece en esta dirección.
Nuestro compromiso no es adaptarnos a la lógica de la prisa ni al conformismo de “hacer lo que se pueda”, sino construir un modelo distinto:
Que dignifique el talento de quienes cuidan, creando espacios donde pueda florecer y continuar.
Que sea honesto y transparente con familias y comunidades.
Que ponga la dignidad por encima de la inmediatez, incluso cuando la urgencia aprieta.
Que asuma el cuidado como un acto profundamente humano y político, orientado al bien común.
Conclusión
El sector de los cuidados no puede seguir siendo un engranaje basado en la supervivencia y el corto plazo. Cuidar no es cubrir turnos o profesionales ni salvar días. Cuidar es estar presente en la vida de las personas con dignidad, sensibilidad y compromiso con una planificación deliberada en el largo plazo.
El talento de quienes cuidan es nuestro mayor recurso. Ignorarlo nos condena a la precariedad; cultivarlo nos abre la puerta a otro modelo de sociedad.
Cuidar no puede ser sobrevivir. Debe ser transformar. Y ahí, BIHAR se compromete a liderar con valentía.