Hoy en Bihar queremos contar una historia. Una historia que refleja muy bien la realidad de los cuidados: una de las miles que, como psicóloga en Bihar, escucho cada día. Historias a las que tratamos de acompañar, que nos hacen replantearnos constantemente el cómo hacer, no solo dentro de nuestra casa, que es Bihar, sino también en la sociedad que habitamos, como profesionales y como ciudadanos que, algún día, también necesitaremos ser cuidados. Es una historia que nos pone los pies en la tierra, que hace más difícil nuestra labor, pero que, precisamente por eso, la hace también más importante.
El cuidado que transforma: la historia de Ana
Ana llegó a nuestra ciudad hace algunos años, con la mochila llena de sueños y la incertidumbre de no tener papeles. Hoy, gracias a la familia de la persona a la que cuida, ha logrado regularizar su situación. Trabaja con contrato, y eso la hace feliz: por fin hay un papel que respalda su presencia, su esfuerzo y su dedicación.
Sin embargo, la realidad detrás del contrato dista mucho de ser justa. Ana dedica diez horas diarias, de lunes a domingo, al cuidado de una persona, un trabajo que no refleja el contrato y cuyo salario está por debajo del mínimo interprofesional. Las horas extra, invisibles ante la ley, tampoco se reconocen ni se pagan. Es un esfuerzo que nace del amor, de la responsabilidad, de la humanidad y de la necesidad económica que guía su labor, pero que también expone la precariedad que viven muchas mujeres migrantes en el sector del cuidado.
Fue un agente sanitario comunitario del barrio quien nos habló de ella y nos derivó a Bihar. Cuando la conocimos, nos cautivó su mirada: la manera en que habla del cuidado, el respeto profundo por la persona a la que acompaña, su narración honesta sobre la vida y el trabajo que realiza. A nosotros también nos gustó su relato; su manera de estar y hacer nos recordó por qué en Bihar creemos que el trabajo de cuidado debe ser valorado y protegido.
Ana no tiene titulación oficial: su vida y sus responsabilidades la han mantenido alejada de la formación reglada. Aun así, creemos que su experiencia, su mirada y su sensibilidad son incalculables. Por eso le propusimos acudir a otra entrevista con una de nuestras compañeras, convencidos de que podríamos ofrecerle un caso donde su forma de cuidar sería no solo útil, sino transformadora.
Ella nos respondió con honestidad: “Quizá dentro de unos meses. Ahora no puedo. La persona a la que cuido está terminando su vida, y no voy a dejarla sola”. Sabía que sus condiciones laborales no eran dignas, que la oportunidad que le ofrecíamos era real, pero también sabía que la responsabilidad y el amor hacia quien cuida eran lo primero.
Nos prometió que hablaría con nosotros cuando termine su labor. Y en Bihar respetamos ese tiempo: seguimos esperando, deseosos de ofrecerle una oportunidad laboral justa y digna, y al mismo tiempo, de brindar a alguien la posibilidad de conocer a una mujer cuya manera de cuidar puede enseñarnos mucho sobre humanidad, compromiso y valor del trabajo de sostén.
Creemos que así se cambian las cosas: reconociendo, acompañando y poniendo en valor el trabajo que mujeres como Ana realizan cada día, muchas veces invisibles, pero siempre esenciales. Su historia nos recuerda que el cuidado no es solo una labor, sino un acto de amor y responsabilidad que merece respeto y reconocimiento.
Autor; Soraya Pérez Rebollar
Psicóloga Social en Bihar